Archivo Musical Santa Cruz de Mompox
Archivo Musical Santa Cruz de Mompox (AMSCM)
De la banda militar a la orquesta tropical: Un siglo de música en la Costa Caribe Colombiana
Por Leopoldo Flores Valenzuela y María Alejandra De Ávila López
Por su importancia histórica, Santa Cruz de Mompox continuó siendo un punto de referencia para el desarrollo social, político y cultural en la Colombia republicana, a pesar de su decadencia económica frente a Magangué durante la segunda mitad del siglo XIX. En dicho siglo la expansión del capital europeo y norteamericano a lo largo de Latinoamérica, junto con el surgimiento de una burguesía local (Glade 1991), permitió una vez más el intercambio transcontinental, detonado a partir de un transporte medular de la época: el barco de vapor. Así, el Archivo Musical de Santa Cruz de Mompox (AMSCM), objeto de este trabajo, debe de ser entendido como el producto de dicho intercambio, el cual conectó, bajo la incipiente industria de la música (instrumentos, fonogramas, casas editoras y musicales), a prácticamente todo el continente americano, europeo y, quizá, más allá. Desde entonces, este repositorio fue nutriéndose por períodos subsecuentes hasta prácticamente tiempos muy recientes. Grosso modo, se conforma por dos épocas musicales1, las cuales corresponden con el auge de la banda de corte militar (72.4%)2, por un lado, y con el desarrollo de la jazz band-orquesta (20.6%)3, por el otro, mismas que llegan transformadas y actualizadas hasta nuestros días4.
La Mompox histórica: Un contexto de navegación comercial (siglos XIX y XX)
La Villa de Mompox es reconocida por su auge durante la Colonia, esto se debió a la posición geopolítica privilegiada de la que gozaba, lo que propició ser una aduana natural entre Cartagena y Santafé de Bogotá sobre la arteria principal de todo el país: el río Magdalena (Viloria 2011, 6). Aunque en realidad articulaba, desde el norte, la Guajira (río Cesar), hacia el sur, la provincia de Antioquia (río Cauca), así como la Mojana (río San Jorge) y el Valle del Sinú hacia el sur oeste. Su establecimiento como ciudad española responde a una estrategia, que se empleó en todo el imperio hispánico, de utilización de las antiguos territorios indígenas malibúes, recursos y gente.
Hay quienes argumentan que el pueblo fue fundado el 3 de mayo de 1537 por Alonso de Heredia (Salzedo, 1987:21-27); otros, por el contrario, aseguran que fue fundada por Juan de Santa Cruz por órdenes de Heredia, en marzo de 1540 (Jaramillo, 1991: 43-57) de lo cual se deriva parte de su nombre. (Pérez 2020, 36)
La falta de caminos, por la escarpada geografía neogranadina, favoreció el enriquecimiento de la entonces Villa, pues dominaba el transporte fluvial a través del río. A razón de su importancia, se establecieron desde los siglos XVI y XVII el clero secular y varias órdenes monásticas –dominicos, franciscanos, agustinos, jesuitas y juaninos hospitalarios (Peñas 1986, 48)–, mismas que marcaron desde entonces el derrotero espiritual del pueblo. Así, se explica que en una pequeña población del Caribe existan, a lo largo de tres calles de traza virreinal (Albarrada, Calle del Medio y Calle de Atrás), seis iglesias (Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, Hospital de San Juan de Dios, Inmaculada Concepción y Santa Bárbara), dos parques/plazas, un cementerio y un mercado de la época republicana, sumado al Colegio Pinillos, el Palacio Municipal San Carlos (ex convento jesuita) y sus casas coloniales, entre otros recintos históricos. Sus palimpsestos arquitectónicos corresponden, igualmente, con su cultura musical, rica por su propia herencia la cual transitó, yendo y viniendo, sobre el Magdalena, por toda la Depresión y a través del Brazo de Mompox5.
Imagen 1. Iglesia San Francisco, frente la Albarrada
Foto cortesía de Luis Alfredo Domínguez Hazbún
Durante la época de los Borbón, la combinación del comercio legal e ilegal (con Europa y las Antillas), sumado al florecimiento de la actividad ganadera en las haciendas6 y la minería– con mano de obra esclava–, creó una élite mercantil7 que se tradujo, naturalmente, en acumulación y opulencia, principalmente en el siglo XVIII8 (Fals 2002, 81-92 A; Pérez 2020, 46-49; Viloria 2011, 7). Para este momento, la Villa gozaba de una plena economía, acopiando los productos agrícolas del Sinú, el oro de aluvión de Loba y la Serranía de San Lucas de Antioquia9, así como controlando el contrabando desde la Guajira (Peñas 1986, 48). A finales del XVIII había ya en el pueblo una burguesía incipiente10 que más tarde, con los ánimos independentistas, se declaró autónoma de Cartagena11 y el Virreinato, siendo el primer pueblo neogranadino en hacer la revolución (Pérez 2020, 55). Una vez proclamada la independencia el 6 de agosto, a las «nueve de la mañana del día siete se cantó un solemne Te Deum en la Iglesia Parroquial (Salzedo de Villar en Zapata 2015, 27).
Imagen 11. La Depresión Momposina y la Costa Atlántica.
Tomado de Orlando Fals Borda (2002, 4)
Posteriormente, se ganó el título de Ciudad Valerosa, por la defensa del 19 de octubre de 1812, y, más tarde, apoyó a Simón Bolívar con cuatrocientos voluntarios para emprender la Campaña Admirable que los llevó hasta el triunfo en Caracas (Peñas 1986, 50).
El 14 de agosto de 1827, el Libertador Simón Bolívar, en su séptima entrada, arribó a Mompox, donde fue objeto del más suntuoso recibimiento. Fue hospedado en el edificio de la Universidad de San Pedro Apóstol, arreglado y adornado de acuerdo con la ocasión. Este homenaje terminó con un baile de cuadrillas y lanceros, ofrecido por don José María Pino, jefe político del cantón y una de las personalidades de Mompox y del río Magdalena, como impulsor de la navegación. (Zapata 2015, 43)
Con relación a este relato histórico, en el AMSCM se conserva una obra del prolífico Francisco Villanueva de León (1860-1940), intitulada Lanceros: los Momposinos, que muestra la aclimatación de un género musical español de origen inglés, como es la cuadrilla en su particular variante de lanceros12. Este género «constaba igualmente de cinco figuras como la cuadrilla francesa: los cajones, las líneas, los molinetes, las visitas y los lanceros, de donde deriva su nombre» (Sans 2012, 265).
Imagen 13. Lanceros: Los Momposinos para clarinete Bb y saxhorn Contrabajo Bb
Así, tras el proceso independentista se firmó el primer contrato para la navegación a vapor por el Magdalena en 1823, mismo que comenzaría dos años más tarde, aunque no sin problemas. De tal forma, los bongos13, piraguas, canoas y champanes14, acompañados de bogas15, continuaron operando en toda la Depresión Momposina como lo hicieran en el pasado (Pérez 2020, 14). Este momento coincide, según Zapata (2015, 41), con la llegada del primer pianoforte a la Villa, acontecimiento que se dio en 1824 cuando el violinista don Tomás de Choperena lo trajera. La tradición de piano fue muy próspera en Mompox, el investigador llegó a enumerar 32 de ellos en el pueblo para la década de los noventa, muchos de manufactura alemana del siglo XIX. El AMSCM cuenta con más o menos 105 piezas para piano, la fecha más antigua de un impreso es de 1908, aunque hay manuscritos datados en 1922. Por el punto musical y la caligrafía, todo indica que prácticamente la totalidad de los papeles corresponden con las primeras tres décadas del siglo XX. Por mucho, el pasillo (24) es el más socorrido entre este repertorio, es destacable decir que la única pieza impresa de todo el repositorio en este género es Blanquita de Luis Antonio Calvo (1882-1945). Los demás géneros para piano son: vals (9), danza (6), danzón (6), paso doble (4), tango (4), fox trot (3), tango canción(3), bambuco (2), criolla (2), fox canción (2), romanza (2), himno, canción, chotis, nocturno, aire tango, rumba, marcha, danzón rumba, polca y shimmy.
Imagen 14. Pasillo Herida de Amor de Horacio Tarcisio Rojas Felizzola (1896-1978) para piano (1922)
La navegación se mantuvo con estas características hasta que un fenómeno natural produjo la desviación del Brazo de Mompox, dando nacimiento al conocido Brazo del Loba (Peñas 1986, 50-51), lo cual trajo el desarrollo de Magangué como ciudad principal, desplazando a la Villa de su auge económico (Peñas y Arquez 1994). Según la historiografía (Pérez 2020, 55), el siglo XIX representa para Mompox los últimos momentos de auge comercial y, hacia la mitad, su decadencia económica aderezada por varios factores. Una de las consecuencias de dicha decadencia fue la migración de las élites comerciales a nuevas y prósperas poblaciones, las cuales eran punta de lanza de la modernidad decimonónica. No obstante, a finales del siglo se reactivó la minería (San Martín de Loba, Morales y Simití) y, por tanto, la orfebrería en Mompox, así como la consolidación de la ganadería extensiva por ahora los nuevos ricos de Magangué –comerciantes criollos y la migración extranjera– (Viloria 2011, 10). Con todo, el Brazo de Mompox no pudo soportar la navegación de los grandes barcos de vapor, pues su cause no lo permitía ya, dando lugar a frecuentes encallamientos. Para la década de 1860 toda la navegación de vapor se hacía por el Brazo de Loba (Peñas 1986, 51; Peñas y Arquez 1994), terminándose el dominio que ejerció sobre el río por más de dos siglos y medio.
Cuando se estableció y quedó regularizada la navegación a vapor entre Barranquilla y Honda, dejó de ser Mompox estación obligada debido a la poca navegabilidad que estas embarcaciones tenían por el brazo de Mompox. Así, fue como quedó la villa aislada de los beneficios que podría traer la navegación vapor y no tuvo forma de comunicarse con los nuevos puertos de la zona como Magangué, Plato, La Gloria y Gamarra. (Pérez 2020, 58)
Imagen 15. Barco de vapor Emilia Durán sobre el río Magdalena (1884).
Foto cortesía de Cecilia Jiménez Acuña
De este modo, las empresas de transporte fluvial fueron determinantes para el desarrollo del capital en Colombia, estableciéndose las principales en el puerto de Barranquilla, ciudad que creció como el gran centro económico de la Costa. Durante el siglo XIX, aunque intensificándose en el XX, la élite fundó sociedades mercantiles, o casas comerciales, las cuales funcionaron como importadoras y exportadoras de todo tipo de productos –inclusive como instituciones crediticias–. Probablemente, las casas comerciales tenían arreglos especiales con las embarcaciones (Posada 1989, 4), justamente para reducir los excesivos costos que imponía la navegación en el Magdalena. Asimismo, se intensificó la inmigración de empresarios franceses, norteamericanos, alemanes, sirio-libaneses, belgas y antioqueños, entre otros. Por ejemplo, firmas de capital teutón en Barranquilla fueron la J. Helm, O.Berne, Hoenisberg & Wessels, Müller & Siefken, Hollman & Merkel, Aepli & Eberbach y Gieseken & Held, esta última representante, a su vez, de la Compañía Colombiana de Transporte de la alemana Wessels (Meisel y Viloria 1999). Este fenómeno se dio por toda las subregiones de la Costa Atlántica, desde Santa Marta, pasando por Cartagena, la Depresión, los Montes de María, las Sabanas de Sucre y Bolívar, la Mojana, hasta los Valles del Sinú y San Jorge (Ocampo 2007; Pertuz 2006; Polo 2018; Viloria 2001). Dos de las casas comerciales nodales de Mompox, tanto para la economía, como para la tradición de banda de la Villa, fueron la Tienda El Alba, de los Dovale Mier, y la Botica Ribón Hermanos, ambas importaban partituras e instrumentos musicales (Zapata 2015, 58-62).
Tras un siglo de guerras civiles entre el partido liberal y conservador, comenzó el siglo XX con el auge de la industria cafetalera en Colombia, ésta fue la base económica que permitió el despegue de otras, aunque intermitentes, como la ganadería extensiva16, plátano, petróleo, tabaco, caucho, oro y platino. Por consecuencia, se creó una nueva burguesía local que tuvo eco en cada región del país, conformándose una élite ganadera en la Costa. Todo este panorama económico vino acompañado por el desarrollo de vías de comunicación, como ferrocarriles, carreteras y puertos marítimos y fluviales (Guitérrez 2012), pero también de un proyecto urbanístico conforme a los principios de la modernidad de la época. Así, se erigieron avenidas, camellones, plazas, parques, monumentos, iglesias, circo-teatros, cines y clubes. Por supuesto, esto trajo consigo ideas, prácticas, modas y música, todos estos elementos catalizados por un discurso de progreso y tecnológico. Así, esta época estuvo marcada por una preocupación de la sociedad por "lo civilizado", "lo culto" y las "buenas costumbres"17.
No obstante, el mundo riberano o riano de Mompox, como llamó Fals Borda a la cultura del hombre anfibio de la Depresión –ese que pasa medio año en la tierra y otro tanto en el agua, según lo ciclos hídricos naturales, los cuales han determinado su actividad simbólico-productiva18 –, se vio en un aislamiento geográfico que lo condicionó desde la última mitad del siglo XIX. Paradójicamente, la época de oro de la tradición musical de banda (al menos lo que la historiografía ha dicho) corresponde con la llamada decadencia de la Villa, pues, como se puede constatar en el AMSCM, existió una producción compositiva muy rica desde entonces. Ese apartamiento de la vida moderna se vio agudizado durante el siglo XX, cuando la navegación fluvial comenzó su decadencia igualmente. No obstante, desde la tercera década de éste la industria fonográfica marcaría un nuevo derrotero musical, dando pie al nacimiento de las populares orquestas jazz band en la otrora Villa.
Este aislamiento se hizo más evidente y dramático, cuando en la primera mitad del siglo XX la navegación por el río Magdalena fue remplazada por las carreteras y más tarde por la conexión del ferrocarril del Atlántico que unió a Bogotá con Santa Marta. (Viloria 2011, 51)
Con todo, la navegación y el río Magdalena, la espina dorsal que estructuró a Colombia, provisionó a las poblaciones riberanas y sus afluentes con «empleo en embarcaciones, puertos y astilleros; comercio de víveres y mercancías; pequeñas sumas por servicios de hospedaje y cocina, hasta expendio de leña y, por supuesto, medio del correo y de noticias» (Posada 1989, 12), pero también de arte, instrumentos, fonógrafos y papeles de música.
1 Ver datos estadísticos y contenidos en rubro Proyecto de este mismo catálogo.
2 Existen papeles para banda fechados desde 1892 hasta 1979.
3 Para jazz band orquesta hay papeles datados desde 1955 hasta 1969.
4 Hay que sumar el repertorio para piano (6.2%) que, en frecuentes ocasiones, corresponde con arreglos de obras para banda y/o géneros de salón del siglo XIX y XX.
5 Existe un vacío grandísimo en el estudio de la música colonial en Mompox que amerita la búsqueda de documentación de la época, ya que, al parecer, en el pueblo los papeles no soportaron el paso del tiempo.
6 Lo que permitía el abasto de carne para la población, el comercio con cueros y la zapatería.
7 Uno de los elementos cruciales de la formación social colonial en la Costa fueron los nobles con mayorazgos, mismos que se conformaron por seis: los condes de Pestagua y Santa Cruz de la Torre; y los marqueses de Premio Real, Valdehoyos, Torre Hoyos y Santa Coa, estos dos últimos radicados en Santa Cruz de Mompox (Fals 2002, 75B).
8 De ahí su rica tradición de orfebrería, platería, cerrajería, herrería, ebanistería y alfarería.
9 Esto permitió el desarrollo de la tradición de la filigrana momposina.
10 El fin del monopolio comercial de los mercantes de Cádiz y Sevilla en 1778 iba acorde con los intereses de esta burguesía –aunque no por mucho tiempo–, así el mercado entre América, las Antillas y EE.UU. se intensificó por la Real Orden de 1797, creándose un libre comercio que desplazó a Cartagena como puerto mayor (Pérez 2020, 46-47).
11 La Villa de Mompox siempre ha mantenido una relación de disputa y competencia con Cartagena desde tiempos coloniales, durante la República y hasta la actualidad, pues prácticamente todo el tiempo ha dependido administrativamente de ésta.
12 En los papeles no es claro si el género musical corresponde con lanceros, no obstante, por las particularidades musicales se puede inferir que se trata de una cuadrilla, como se ve en las secciones de la obra: nu 1o: Bb, 6/8; nu 2o: F, 2/4; nu 3o: Eb, 6/8; nu 4o: Eb, 6/8; nu 5o: Eb, 2/4 (ver Se-S/G-04-1012.6 y Se-S/G-04-1016.2).
13 Los bongos eran «grandes piraguas construidas con troncos de árboles que pueden contener de 60 a 70 toneladas de mercancías» (Saffray en (Posada 1989, 4).
14 Un champán era «una barqueta de veinte o más metros de largo con dos por lo menos de ancho, construida con tablas de cedro, y con una tolda central de bejuco. Bajo la cual viajaban carga y pasajeros» (Posada 1989, 3).
15 Los bogas eran los hombres destinados a mover y hacer posible la navegación en el río, funcionaban como remeros, cocineros, estibadores, entre otras actividades, es decir, eran los marineros del Magdalena. Su nombre deriva del verbo bogar, que designa el oficio de remar, en la Colonia nació como un derecho de los encomenderos sobre los indígenas para tal actividad –una especie de mita sin remuneración–, misma que fue sustituida por mano esclava negra (Fals 2002, 48B).
16 Varios autores (Posada 1998) concuerdan con que la expansión de la ganadería en la Costa se dio desde la segunda mitad del siglo XIX, mientras que su posicionamiento y auge se situó a principios del XX.
17 Este tema es desarrollado en la investigación de doctorado de la coautora del presente trabajo.
18 Según Fals Borda (2002, 26 B) , la leyenda del hombre-caimán es una «idealización mitológica de la cultura anfibia», es decir, una estetización de la vida productiva que condensa la importancia del río para la vida de los riberanos.